“Comprendernos directamente”: intelectuales cubanos y polacos desde la perspectiva del Café Rex de Buenos Aires | Mario Castillo Santana

Café Rex

El Café Rex de la populosa Avenida Corrientes en Buenos Aires fue desde febrero de 1946 uno de los lugares de encuentros, diálogos y trabajo entre el escritor polaco-argentino Witold Gombrowicz, el cubano Virgilio Piñera y un grupo de acólitos que coincidieron en esa capital sudamericana. Allí, se llevaron a cabo unas inusuales y sorprendentes jornadas de traducción colectiva al español de la hoy célebre novela Ferdydurke, de Gombrowicz, en una época en que era muy difícil encontrar un diccionario de polaco-español.  En aquellas sesiones el cubano Virgilio Piñera tendría un rol muy activo, según varios testimoniantes. Lo que comenzó como un trabajo colaborativo sin remuneración alguna,  sólo a partir de la afinidad sentida por dos escritores migrantes precarizados en la Buenos Aires peronista de fines de los años 40 del siglo pasado, devino en una sólida amistad que, sin tener probablemente sus protagonistas clara conciencia de ello, constituiría una evocación de la igualmente fecunda fraternidad entre Fernando Ortiz-Bronislaw Malinowski veinte años antes y, en términos más amplios, una bisagra entre las futuras relaciones que se establecerían entre intelectuales polacos y Cuba en la segunda mitad del siglo XX. Sería la relación de más larga data entre los intelectuales cubanos y la Polonia del siglo XIX.

Al activo traductor cubano de polaco-español Ángel Zuazo López (s.f.) y al notable intelectual y funcionario cultural comunista José Antonio Portuondo (1973) le debemos la posibilidad de conocer y vislumbrar el lugar central que tuvo Polonia en la cultura y la literatura independentista cubana del siglo XIX, como un motivo creativo que permitió sortear la férrea censura de prensa que ejercía el Estado colonial español en Cuba, para impedir cualquier circulación de ideas o debate público sobre la realidad cubana de esa época. Desde esta perspectiva, es posible comprender por qué para 1842 un individuo afrodescendiente como Gabriel de la Concepción Valdés (Placido), poeta y activista independentista, haya sido la primera voz cubana que se alzara para evocar a Polonia en su soneto “A Polonia”; por qué Gertrudis Gómez de Avellaneda en 1840 fuera probablemente la primera poetisa de América que haya referido el drama nacional polaco en su obra, traduciendo libremente el poema “A Polonia” de Victor Hugo; por qué el notable poeta simbolista Joaquín Lorenzo Luaces haya tomado como asunto para su poesía el fracaso de la insurrección nacional polaca de 1794 y el posterior reparto del territorio de la Mancomunidad Polaca-Lituana, en su oda A Varsovia. Es en el entramado de esas conexiones que comprendemos por qué Juan Clemente Zenea fue el primer traductor desde el francés al español de obras del gran poeta polaco Adam Mickiewicz; que el reconocido filosofo cubano Enrique José Varona haya impartido la conferencia pública “El poeta anónimo de Polonia” en 1887 o que el gran poeta modernista  Julián del Casal haya incluido en el primero de sus libros, Hojas al viento, el poema “El adiós del polaco” de 1890, como ha documentado la investigación de Zuazo y Portuondo.

Llama la atención que toda esta producción literaria cubana se generó exclusivamente desde la conciencia de una comunidad de circunstancias nacionales que vivían Polonia y Cuba en el siglo XIX, como territorios ocupados por potencias imperiales, sin que mediara casi ningún vínculo personal directo entre intelectuales cubanos y polacos, algo que es posible demostrar por la ingente labor que desarrolló el investigador autodidacta y médico Rodolfo Tro, vertida en su valioso y olvidado texto “Cuba: viajes y descripciones (1493-1949)”, publicado por la Revista Biblioteca Nacional de Cuba en su edición de mayo de 1950. Ese trabajo del doctor Tro nos ofrece un excepcional y organizado registro sobre libros de viajeros a Cuba durante cuatro siglos, en el cual no queda asentado ningún autor o libro publicado en un sello editorial ubicable dentro de lo que ha sido el devenir del territorio estatal polaco.

A diferencia de lo estudiado por Portuondo y Zuazo sobre el siglo XIX cubano, estudiosos y escritores sobre la historia cultural cubana post-soviética, como José Miguel Sánchez Yoss (2004) Jacqueline Loss (2009), Rafael Rojas (2007), y Duanel Díaz (2009),  Damaris Puñales Alpízar (2018), entre otros, han centrado su atención en las relaciones de los intelectuales y la sociedad cubana en el contexto del poderoso entramado cultural de la URSS, haciendo resaltar las asimetrías, desigualdades y el carácter abiertamente neocolonial que adquirió en muchas esferas el tipo de relación que Cuba estableció con la URSS. En muy pocos casos, sin embargo,  estos estudiosos han prestado atención a las relaciones con los ámbitos intelectuales y culturales polacos y del resto del llamado “campo socialista” de  Europa central y oriental. En mayor extensión lo han hecho el investigador hispano chileno Jesús Gómez de Tejada (2017), a través del estudio de las memorias de viajes de intelectuales cubanos a los países del llamado campo socialista, y la investigadora rumana Ilinca Ilian (2017) con su indagación en las relaciones entre los intelectuales rumanos y Cuba en las décadas del 60 y 80.

Si bien entre Cuba, Polonia o los otros países de Europa del Este pertenecientes al desaparecido campo socialista no se constituyó una “comunidad sentimental” de la densidad y profundidad que se desarrolló entre Cuba y la Unión Soviética, en la cual “lo soviético llegó a ser algo familiar”, como ha estudiado con detenimiento Damaris Puñales Alpízar (2010), las similitudes en el devenir de los Estados cubano y polaco de los siglos XIX y XX abrieron un campo de afinidades intelectuales y colaborativas, que desde Carol Rolow-Mialowski  a fines del siglo XIX y Bronislaw Malinowski en la década del 30 del siglo XX, no dejaron de ensancharse, hasta las décadas de los 60 al 80 del pasado siglo XX, en que llegaron a sus cotos máximos. Dentro de este período, en abril de 1961, se firmó en Varsovia el primer plan de cooperación científica y cultural entre Cuba y Polonia. Se produce la visita a Cuba del entonces Ministro de Relaciones Exteriores de Polonia Adam Rapaki en junio de 1963; en esa misma fecha se firma en Varsovia el convenio de colaboración sobre la cooperación científica entre el Comité Nacional de la Academia de Ciencias de Cuba y la Academia de Ciencias de Polonia. En junio de 1971 se producirá la visita oficial a Polonia del entonces Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba Raúl Roa García, antesala de la visita oficial un año después de Fidel Castro y en abril de 1973, la visita a Cuba de una delegación de Estado encabezada por el presidente del Consejo de Estado de la República de Polonia Henryk Jablonski.

En este contexto de relaciones oficiales al máximo nivel institucional entre los Estados cubano y polaco, se produjeron varios textos derivados de las necesidades cognoscitivas que generaron estos vínculos gubernamentales, donde se deben mencionar Crisis del Caribe de 1962. Problemas del derecho internacional de L. Gelberg; Rumbos de la política exterior cubana, de Tomasz Knothe; ABC de La Habana de Wladislaw Paulak; Cartas habaneras de Tadeusz Breza; Movimientos por la independencia de Cuba de Teresa Gilas; el reconocido libro Cuba de Andrzej Dembicz o el sólido artículo “La emigración polaca en Cuba en el periodo de entreguerras” del historiador Marcin Kula, trabajos que excepto el de Kula no fueron traducidos al español, pues fueron concebidos para el lector polaco.

Pero más allá de estas obras, producidas al calor de los más directos intereses estatales polacos, deberíamos decir que así como Polonia fue tema de interés para los poetas y escritores cubanos del siglo XIX, Cuba devino en un espacio de atención analítica para varios intelectuales polacos, dentro y fuera de Polonia, por las similitudes de los problemas no resueltos, las potencialidades, retos y peligros contenidos en el proceso de construcción nacional cubano, que lo acercaban a los dilemas que ya había atravesado Polonia con tiempos históricos relativamente similares a los de Cuba en el siglo XX, algo de lo cual fueron intensamente conscientes y dejaron constancia explícita de ello Tadeusz Lepkowski con su enjundioso texto de crítica historiográfica al primer libro de historia de Cuba hecho en Cuba después de 1959 “Síntesis de Historia de Cuba: problemas, observaciones y críticas” (1969) y K. S. Karol con su imponderable y olvidado libro Los guerrilleros en el poder (1970), que produjeron al calor de sus estancias en Cuba.

En similar contexto, pero con una obra más sostenida en el tiempo están los trabajos de Marcin Kula con su libro, tampoco traducido al español, Rewolucja 1933 roku na Kubie y su artículo El movimiento del proletariado del sector azucarero en Cuba, ambos publicados en 1978 y que dan continuidad a cuestiones que desde 1973 E. Legomska-Dworniak, otra historiadora polaca, había trabajado en su artículo “Reforma rolna na Kubie: Przemiany agrarne na Kubie w latach 1959-1970” (“La reforma agraria en Cuba: transformaciones agrarias en Cuba en los años 1959-1970”). Azúcar y plantaciones cañeras en Cuba de Andrzej Dembicz, es la aportación más amplia y pertinente de un investigador polaco a las problemáticas sociales de la industria cañera en Cuba, ubicable junto a los trabajos investigativos de estudiosos de la talla de Sidney Mintz, René Dumont, M. Zimmermann oJohn Dumoulin. Dicho texto de Dembicz, junto a Guerrilleros en el poder de Kewres Karol,  está entre los productos intelectuales más amplios y documentados sobre Cuba que hayan producido intelectuales de Europa oriental sobre la Isla, los cuales se ubicaron en el epicentro de las problemáticas más cruciales que abordó el Estado cubano surgido después de la revolución de 1959. Dembicz tuvo la fortuna y el acierto de ser el científico social polaco que más tiempo permaneció en Cuba, con alrededor de 15 años de estancia en la Isla, periodo en el cual desarrolló una notable obra docente, de asesoría institucional, activismo académico y de investigación, poco común entre los de su tipo en Cuba.

Fue el propio Dembicz quien insistió en la importancia crucial que tuvo el tema Cuba para el desarrollo del movimiento académico latinoamericanista en Polonia, Europa del Este y el resto del mundo, señalando en su artículo “Europa Centro-Oriental y Cuba: experiencias intelectuales…” (2008) el rol de Cuba y las experiencias que este territorio ofreció para la formación de profesionales de Polonia en variadas esferas del conocimiento. Él no tuvo reparos en afirmar en ese artículo que él mismo como latinoamericanista fue un producto del proceso político y social cubano iniciado en 1959, el cual facilitó también el acceso de los intelectuales este-europeos a América Latina, que en esos momentos solamente podía transcurrir a través de Cuba. El geógrafo polaco ha precisado también que la imagen de la “Cuba revolucionaria” fue “un catalizador de muchísima importancia” entre 1959 y 1975 para la creación de al menos 35 centros de estudios latinoamericanistas en Europa, Estados Unidos y América Latina. En el caso particular de Polonia en 1963 se creó la Sección de América Latina dentro del Instituto de Geografía de la Universidad de Varsovia, de la cual Dembicz fue un claro beneficiario. En 1965 se crea en la Universidad de Poznan el Seminario Etnohistórico de América Latina. En 1967 es fundado el Laboratorio de Historia de América Latina, dentro del Instituto de Historia de la Academia de Ciencias de Polonia, con la activa contribución de Tadeusz Lepkowski. En 1972 es inaugurada la Cátedra de Estudios Ibéricos e Iberoamericanos en la Facultad de Lenguas Modernas de la Universidad de Varsovia. En 1970 se funda la Revista Estudios Latinoamericanos y en 1977 la Sociedad Polaca de Estudios Latinoamericanos.

Siendo la intelectualidad polaca de la segunda mitad del siglo XX una activa rueda excéntrica dentro de la maquinaria del férreo control ideológico que ejercieron las elites político culturales del llamado “campo socialista” en Europa del Este, ello derivado de las cuotas de libertad alcanzada por esa intelectualidad polaca entre 1956 y 1968, Cuba devino uno de los espacios geográficos en que se manifestó esa autonomía intelectual polaca, frente a los problemas del conocimiento social que se planteaban a mediados del siglo XX, como mismo lo fue Polonia para los literatos y escritores cubanos del  siglo XIX.

Virgilio Piñera y Witold Gombrowicz

La investigadora de origen austriaco Milda Zilinskaite (2015) ha documentado cómo al calor de la fecunda amistad  entre Witold Gombrowicz y Virgilio Piñera, en el contexto de la Buenos Aires de fines de los años 40, donde sus élites intelectuales estaban dominadas por los cánones intelectuales parisinos, se puede hallar una temprana conciencia de la necesaria “independencia y soberanía espiritual, frente a las culturas mayores que nos convierten en eternos alumnos (…) y tratar de comprendernos mutuamente” , algo que le expresó  Piñera a Gombrowicz y que quedó recogido en sus Diarios (1953-1968). En tal sentido, los animados y heterodoxos trabajos de traducción colectiva de la novela Ferdydurke, que se llevaron a cabo durante 1946-1947 en el Café Rex de Buenos Aires y en los que Virgilio Piñera tuvo un activo protagonismo, permitieron plasmar, por una parte, la voluntad no lograda de los intelectuales cubanos del siglo XIX por relacionarse con sus homólogos polacos y, por otra parte, prefigurar los vínculos que se  desarrollarían entre intelectuales polacos y Cuba menos de veinte años después, pero en un contexto marcadamente diferente, dada la densa institucionalización en que se dieron esos vínculos, por las fuertes relaciones entre los Estados cubano y polaco a partir de 1961 primero y luego por la entrada de Cuba al área del CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica).

Estudiar las derivas cognoscitivas y creativas en áreas disímiles de este movimiento intelectual polaco-cubano es algo que aún está por realizarse íntegramente. Ese estudio abrirá la posibilidad, formulada preliminarmente por Milda Zilinskaite (2015) y Dainerys Machado (2018)  en sus trabajos sobre Piñera y Gombrowicz, de examinar los discursos intelectuales de una región históricamente periférica, desde la perspectiva de otra región periférica y de apreciar las creatividades y potencialidades que se generaron al calor de unos vínculos menos verticales y unidireccionales que los que habitualmente han establecido sociedades poscoloniales y neocoloniales como Cuba en su devenir como Estado-nación.

Referencias

Dembicz, Andrzej: “Europa Centro-Oriental y Cuba: experiencias intelectuales y sociales mutuas en la época socialista (1959-1989)”. En: Otro lunes: revista hispanoamericana de cultura. No. 5, diciembre 2008.

Díaz, Duanel: “Muñequitos rusos, nostalgia cubiche”. En: Cuba, la memoria inconsolable. Apuntes sobre cultura, historia e ideología. http://duaneldiaz.blogspot.com/2007/04/muequitos-rusos-nostalgia-cubiche.html

Gómez de Tejada, Jesús: “El yo cubano y el Bloque del Este: percepciones de los países socialistas europeos en los relatos autobiográficos cubanos”. En: Revista de letras. São Paulo. No. 2 (jul.-dic. 2017), pp. 93-105.

Ilian, Ilinca: La Cuba socialista vista por los escritores rumanos (1960-1980). En: Revista de letras. São Paulo. Nº 2 (jul.-dic. 2017), pp. 73-92.

Loss, Jacqueline: “Wandering in Russia”. En: Cuba in the special period: culture, ideology in 1990´s. California: Palgrave Macmillan, 2009.

Machado, Dainerys: “Witold Gombrowicz, Virgilio Piñera y otro cumpleaños ferdydurkiano”. En: Suburbano.net

Portuondo, José Antonio: Polonia en la cultura cubana del siglo XIX. La Habana. Academia de Ciencias de Cuba, 1973.

Puñales Alpizar, Damaris: Nieve sobre La Habana: el ideal soviético en la cultura cubana pos-noventa. Iowa Research Online. Thesis and Dissertations, spring 2018.

Rojas, Rafael: “Cuba, los años soviéticos” En:  Punto de Vista. Buenos Aires. No. 89 ( dic., 2007), pp. 12-20.

Mario G. Castillo Santana

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